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La última nota de la sinfónica


Santo Domingo, nov.- Era una noche húmeda y lluviosa en Santo Domingo. Con el tráfico pesado y las calles inundadas. Un miércoles 16 de noviembre de 2016. El último concierto de la temporada sinfónica del año. El teatro nacional estaba lleno. Había aproximadamente 2000 personas de las 2500 que caben en el teatro dominicano.

A la entrada del teatro estaba la orquesta sinfónica juvenil tocando, alrededor de un gigante arbolito de navidad iluminado de luces blancas con bolas rojas y doradas. Eran 40 jóvenes dominando sus instrumentos. Entre estos trompetas, clarinetes, percusión, saxophone, trombón, flautas. Sonaba como el “soundtrack” de una película. Abrieron con la canción “Amor de hombre”; pero no solo tocaron música clásica, sino también música popular.

Con la participación de la orquesta juvenil el concierto se atrasó de 8:30 pm, a 8:45 pm.

En el salón había personas de todas las edades: jóvenes, edad media, mayores, estudiantes de música; todos disfrutando de música clásica de calidad en vivo. La mayoría vestía ropa formal, pero algunos tenían atuendos informales y joviales, típicos de un país tropical.

Se comenzó afinando los instrumentos. Todos los músicos vestían negro. Al escenario se unió el primer violinista en el país, a quien se le notaban los años. Llevaba una cabellera blanca, con un rostro arrugado. Después de afinar, comenzaron a cantar y aun había personas entrando al teatro, por una puerta izquierda, a pesar de que las puertas principales estaban cerradas.

Por fin comienza el concierto no. 1923 de la Orquesta Sinfónica Nacional. Este estaba siendo grabado para transmitirse por televisión, en el canal 4, radiotelevisión dominicana. En quinta fila, una señora grababa todo con su celular. A la izquierda estaba ubicada la cámara de radiotelevisión.

Después de la segunda canción se pararon tres músicos, y fueron reemplazados por otros tres. Nuevamente afinaron los instrumentos, en dirección del conductor; con los nuevos músicos agregados.

El director de orquesta y chelista Kenneth Woods, catalogado por la revista Gramophone como “Un director sinfónico de estatura”, ha trabajado con la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos, la Royal Philharmonic, la orquesta sinfónica de Cincinnati, Orquesta nacional de BBC de Wales, entre otros.

La soprano, una mujer de contextura grande, tal como uno se imagina a las cantantes de ópera, tenía un vestido deslumbrante azul y largo; con brillantes en la parte de arriba, en una caída de princesa de Disney. Llevaba el pelo largo, castaño, recogido a un lado. Estaba parada del lado izquierdo del escenario por dos minutos antes de comenzar a cantar. Era de nacionalidad dominicana y su voz era surreal e intensa. Al cerrar los ojos, se podía uno fácilmente transportar a la edad media o a una ópera europea.

Llevaba el nombre de Paola González, e inició sus estudios musicales a los ocho años de edad en la Escuela Elemental de Música “Elila Mena”, incursionando en el piano y el violín. Ingresó al Conservatorio Nacional de Música donde comenzó sus estudios de canto lírico con la soprano Marianela Sánchez.

Además de cantar, actuaba. Sin mover los pies de donde estaba, movía sus brazos efusivamente; mientras hacía diferentes expresiones dramáticas. No cantaba palabras, solo sonidos onomatopéyicos.

La primera pieza de Johannes Brahms con la Obertura “Festival Académico”, op 80, seguido de Reinhold Gliére con el Concierto para Soprano Coloratura y orquesta, op. 32, la primera Andante y la segunda Allegro. Entre cada pieza que tocaban, el conductor se secaba el sudor con un pañuelo, escondido en el bolsillo de su pantalón de vestir. Se cansaba; se movía mucho. No tenía pelos, era calvo.

La tercera pieza, una sinfonía No. 4 en Mi Menor, Op.98 de Johannes Brahms compuesta por Allegro non troppo, Andante moderato, Allegro giocoso y Allegro enérgico e passionato.

La obertura se inicia con una breve introducción que recuerda la famosa “Marcha Rakoczy”, de la “Condenación de Fausto”, de Berlioz. Luego sigue la primera canción estudiantil “Wir hatten gebaut ein stattliches haus” (Hemos construido una grandiosa casa), que exponen tres trompetas con carácter majestuoso. La segunda canción “Der Landesvater” (El Padre de la tierra), es de carácter patriótico, y se escucha en las voces de los segundos violines.

Después de un breve desarrollo, los fagotes y los clarinetes presentan la tercera canción “Fuchslied” (Canción del Zorro), la cual se canta tradicional en la ceremonia de iniciación de cada estudiante, y cuyo verso final dice: “Así se hizo estudiante el zorro”. La traducción libre del texto en español dice así: Regocijemos ahora, mientras somos jóvenes; pues cuando la dorada juventud nos deje, y la ancianidad mueran nuestras alegrías, es entonces cuando las cenizas nos reclaman.

Ese fue el fin de la presentación.

Como dijo el compositor estadounidense (1918-1990): “La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido.” Y fue aquello lo que se sintió en esa última sinfónica. El público emocionado, cubrió el teatro de aplausos y pitos. Muchos, de pie. El concierto no terminó sin que la soprano recibiera un ramo de flores por su participación especial. Afuera, entre sonrisas y diálogos, se comparten “selfies”, opiniones y una linda noche de noviembre. .


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